Reseña
Cielo entelado, en palabras de su autora, viene a ser la obra más íntima que ha publicado. Es íntima en tanto profunda, y es profunda en tanto genealógica: su voz es la voz de los antepasados que conviven con ella —y en ella— dotando de sentido su presente, como si la poesía no fuese otra cosa que una comunión de los afectos sedimentados en nosotros, que reflotan, a veces, impulsados por la urgencia de un próximo poema, al encuentro de resonancias. «¿Hay algo más íntimo que respirar un recuerdo?», se pregunta, y en ese gesto la intimidad se vuelve extimidad, un silencio que nos sobrecoge y confirma vastedades. Su carácter polifónico, diverso, se afirma aún más porque la obra representa la confluencia de tres proyectos disímiles, pero trenzados y crecidos hacia una misma luz: «Cielo entelado», «Puentecántolas» y «Hojas de higuera». En conjunto, forman un trifolio de voces y sentidos donde se entremezclan visiones, memorias, reflexiones, aspavientos, ocurrencias, disglosias, juicios categóricos y no tanto, jitanjáforas, salmos, brotes de laurel, achicorias, etc. Con un tono a veces ligero, a veces tremebundo, el conglomerado de poemas acá reunido abraza sin pesar el vitalismo y las fuentes orgánicas del ser y el decir. Nos invita a celebrar la muerte que acompaña a la vida, así como la vida que se contrapuntea de la muerte; porque, nos dice, «solo la vida es una excepción maravillosa», y hoy somos parte de la excepción, de ese cielo entelado para crear.
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